Los miedos en la infancia tienen una función adaptativa. El miedo funciona como una señal de alarma que permite reconocer el peligro, o como un límite cuando el niño se aventura a situaciones para las que todavía no ha desarrollado las habilidades necesarias. Conforme el niño va creciendo y va adquiriendo mayor capacidad cognitiva y emocional, sus miedos van cambiando y muchas veces desaparecen. El miedo a la oscuridad, a los extraños, a los perros, etc., son ejemplos de ello.
Para manejar las situaciones de miedo de los niños, es importante mantener la tranquilidad y no sobrerreaccionar. Recordemos que los niños aprenden de como reaccionamos emocionalmente ante la incertidumbre y el estrés. Un papá o mamá aterrada al igual que el niño será difícil que brinde la contención necesaria para que su hijo pueda superar sus temores. O por el contrario si se le minimiza, castiga, sermonea o ridiculiza por sus miedos tampoco se le está ofreciendo mucho apoyo. Una alternativa podría ser que con tranquilidad se le pueda ayudar a buscar posibles soluciones evitando sobreprotegerlo.
Sin embargo, cuando el miedo es más intenso, es persistente y afecta las actividades cotidianas del niño, de su familia y/o de su escuela, es probable que la situación requiera de una atención de una psicóloga infantil. Ante cualquier duda no está de más consultar.